Un cuento.

Si hay una cosa que me guste mucho hacer es pasear por el campo.

La zona donde vivo no es que sea muy verde, es más bien... un secarral!, rodeado de campo eso sí. Campos donde crecen árboles autóctonos como el garrofero o algarrobo, la olivera, la higuera o el almendro.

De este último es del que os voy a platicar:  durante meses al pasear por el campo lo único que ves son los árboles sin hojas y aparentemente secos y la tierra árida da la sensación de no tener vida. El paisaje es triste la verdad. Pero al llegar febrero el paisaje cambia por completo. Las ramas de esos árboles se llenan de preciosas flores blancas y rosáceas, sin hojas, porque el almendro primero da el fruto (las flores), y despues las hojas. El aire huele muy especial como fresco y un poco dulzón por el azahar. Con el paso de los días la estampa cambia, el suelo se cubre de una lluvia de pétalos y visto desde lejos da la sensación de que hubiera nevado.

 

 

 

...Cuenta la historia que una vez hubo un califa árabe que se enamoró de una princesa del norte. El amor era correspondido así que la boda no se demoró demasiado y fué celebrada con gran alegría por parte del pueblo.

A pesar del amor y la felicidad que ambos sentían la princera comenzó a entristecerse cada día que pasaba en su nuevo hogar, hasta el punto que perdió la sonrisa.

Muy preocupado el califa por su amada decidió pedir consejo y ayuda a médicos, sábios y curanderos de todo el reino. Tras examinar a la princesa nadie encontró la causa de su mal. De pronto un anciano del norte que andaba de paso por aquellas tierras salió al paso entre la multitud y dijo:

- Nadie puede curar su tristeza porque no es del cuerpo su enfermedad sino de su alma: morriña es lo que padece, nostalgia de su tierra, de la blancura de sus campos nevados y de sus árboles en flor.

Entonces encontraré la solución dijo el califa. Ordenando plantar miles de almendros en todas sus tierras, para que al menos durante un mes año la princesa, al contemplar el paisaje desde el castillo y verlo todo cubierto de flores y pétalos blancos, le parecieran campos nevados y no se estuviera triste.

 

Hasta mañana jardineros.

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